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Locales | 13/11/2019
Opinión | Por Mariano Carreras
La chimenea es el faro de los firmatenses

Cuando era chico, veía a la fábrica Nestlé como un pueblo vecino. Todo lo que había allí adentro me generaba una mezcla de asombro y curiosidad, quizás porque la fisonomía de la fábrica contrastaba mucho con el paisaje de barrio Fredriksson de los años ochenta.

De ese curioso mundo paralelo llamado Nestlé lo más llamativo era la chimenea, que emergía como una especie de cohete gigante emplazado a pasitos de la ruta y cerca de la Estación de Servicio donde trabajaba papá.

Lentamente, el cohete gigante se convirtió en una referencia. No resulta sencillo describir las sensaciones que de pibe me generaba ver la chimenea cuando regresábamos de viaje por Ruta 33. Era la señal: ¡Llegamos! ¡Estamos en casa!

Para los firmatenses, la chimenea de Nestlé es un faro. Es la señal de estar llegando a tierra firme, la señal de arribo al puerto deseado, al lugar de los afectos.

En la niñez me afloraba una sonrisa cuando en el horizonte de Ruta 33 comenzaba a asomar el cohete gigante.

Años más tarde, cuando dejé Firmat para estudiar en Rosario, tenía esa misma sensación cuando el colectivo se acercaba a la chimenea. Aunque me estaba convirtiendo en adulto, el niño afloraba cuando el faro oficiaba de cartel de bienvenida a la tierra de uno.

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