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Cultura | 11/05/2021
Artesanas de historias
La señorita Dulce
Ilustración por la artista firmatense, Sol Donofrio.
Encima de la cama encuentra un sobre estampillado, sin remitente. Desde la puerta de la habitación, los padres parecen esperar que se sorprenda gratamente. Cuando ya tiene la carta entre sus manos adolescentes, observa intrigada los rasgos caligráficos que se le antojan desmedidos, desmesurados, sobre todo las oes. A medida que avanza en la lectura descubre a la autora: su abuela.

De la explicación que le dieron ese día ha retenido el nombre de la maestra: la señorita Dulce. Ella fue quien sacó a la mujer madura ―de cabello permanentado, matizador gris, ojeras profundas y vestidos negros ―del analfabetismo. La misma persona que por treinta años educó a cientos, hasta 1955, en una escuela del sur de Santa Fe.


Vecinas de cuadra, una viuda, la otra soltera. De tapado de astrakán los días de fiesta, de delantal blanco colgado ya para siempre en una percha. Dueña de unas hectáreas de campo, la que apren-de; directora jubilada, la que enseña.

Por las tardes cuando el viento sopla armando morenitas, Teresa camina con sus piernas envueltas en medias de descanso, apretando sobre su corazón el cuadernito, dejando el catalán en suspenso, interrumpiendo la escoba de quince y el chinchón. El marido anarquista leyendo bajo los árboles después de arar el campo, el hermano preso durante el grito de Alcorta, el que sirve a Franco, el difunto que cantaba “Rojo pendón” y el nieto que no ha venido a visitarla porque estudia medicina y tiene exámenes, todos ellos yacen en su memoria; ahora sólo le importan las vocales, las consonantes, los signos de puntuación.


Le cuesta separar la negra maraña tipográfica. No leerá el fragmento de la Odisea: Madre mía, marcha a tu habitación y cuídate de tu trabajo, el telar y la rueca… La palabra debe ser cosa de hombres y sobre todo de mí, de quien es el poder en este palacio. ¿Para qué? Si conoce de primera mano las oscuras diferencias. Recuerda cuando abrazó a su mamá por última vez. “Nos volvemos a España, no te quedas sola, el hijo en el vientre le hará compañía a tus quince años”. Solo un deseo la mueve: escribirle a su nieta. Invitarla a Melincué.

La guarda en el cajón de la mesa de luz junto a postales de “El Cordobés”. Mira una vez más al torero envuelto en su traje de luces; los Pirineos de fondo y el primo Manuel esquiando; la foto en blanco y negro del Giulio Cesare arribando al puerto.

El Hotel Balneario, sin la obligación de ayudar a secar los platos después del almuerzo, colorear las piernas que asoman firmes y blancas bajo la pollera del uniforme, cambiar mocasines por pies hundidos en barro medicinal, convierten a enero en una promesa atractiva. Será dama de compañía e institutriz. Jane Eyre la espera. Se tumba sobre la colcha y abre el libro donde lo marca el señalador.

Esa noche sueña con flamencos de plumaje rosado que migran desde la montaña a una laguna, tienen finas patas amarillas y largos picos negros que sumergen en el agua buscando microscópicas algas. Se inquieta porque una mano masculina la toma del cuello, la empuja, la hunde hasta el fondo. Consigue desprenderse, la bocanada de aire la alivia por unos segundos, las aves extienden las alas y ella asciende en su compañía.

En el recreo largo le cuenta a su mejor amiga acerca de la pesadilla que tuvo y del viaje que hará.

Después de la clase, la señorita Dulce mientras le ceba un mate usa un tono fraternal para felicitarla por sus progresos.

Almuerzan frente a frente. Luego vendrá la siesta y a la tarde las cataplasmas con ese fango que ambas creen milagroso. Si ella es paciente, si colabora acercándoselo, si no pone barreras entre sus ojos y las úlceras seniles, si ese chico me invita a dar una vuelta en su lancha…

―¿Me dejás ir, abuela?

Asiente sonriendo y la deja partir.

Ella tiene una carta por enviar. Lo ha prometido y quiere cumplir.


*Mención especial, categoría cuentos/mayores, en los Juegos Culturales Evita. Santa Fe 2020


Periodista/Fuente: Silvia Nou (Escritora firmatense)
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