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Cultura | 13/06/2021
13 de junio: día del Escritor y la Escritora | Historias de acá: Lidia Ocampo
La Carneada, un relato sin fronteras

En el marco del Día del Escritor y la Escritora, buscando reconocer y reivindicar a los/as protagonistas locales, compartimos nuevamente “La Carneada”, el relato de Lidia Ocampo que recorrió el mundo.

El cuento de la vecina de barrio Fredriksson fue elegido en el 5to lugar del Concurso Internacional de relatos de campo y pueblo organizado por el Museo Iriarte (Museo campestre, ferroviario y de cultura argentina) y Editorial Krivodol Press (Buenos Aires).

En los primeros días de marzo de 2021, Lidia Ocampo Romero supo que su relato había sido uno de los cuarenta mejores entre 1.200  participantes de países de América, Africa y Europa. Y el lunes 22 del mismo mes, recibió otra gran noticia: logró el 5to. lugar del concurso.

En aquella oportunidad, la escritora firmatense le manifestó a El Correo, que "estar entre los 40 mejores de todo el mundo es un sueño para mí que escribo desde muy pequeña, y que muchos de los participantes son conocidos ya o tienen libros publicados".

"Los personajes están inspirados en mis primos, mi sobrino y yo de pequeños viviendo aventuras como Nego, Tacho, Lilita, Coquito y Tili”, contó Lidia en relación al cuento que está ambientado en 1982 en el barrio Fredriksson., y contextualizó: “Esos niños van a la casa de unos vecinos Petiso Ocampo y Reja (que en la realidad son los apodos de mis padres que fallecieron) porque están de carneada de cerdos”.

“A medida que se va leyendo se va conociendo de qué se trataba esa costumbre del barrio", señaló Lidia Ocampo Romero sobre su relato.

 La carneada (Por Lidia Ocampo Romero)

Era una fría mañana de agosto de 1982.

Ya con el primer canto de los gallos marchamos los cinco primos en fila india por el caminito estrecho que atravesaba el campo para no mojarnos los pies con el rocío de los pastos rumbo a la casa de nuestro vecino Petiso Ocampo, estirándonos las mangas de los viejos pullovers de lana heredados de otra generación de familiares para calentarnos las manos.

Entre el humo de los fogones y el hervor de las ollas, andaba Reja la esposa de Petiso con un tenedor atado a un palo de escoba y una cuchilla Arbólito en las manos. Tenía un delantal blanco, con una cofia del mismo color de la cual se escapaban algunos mechones de pelo rebelde color rojo fuego, era descendiente de Austriacos, alta, con ojos verdes como la hierba de pollo en primavera y una sonrisa gigante. Salió a recibirnos alegremente: 

-Madrugaron hoy!! Hace fríooo vayan a la galería a tomarse una taza de café calentito, está la tetera en la cocina a leña, y agarren unas tortas negras de la bolsa de papel que recién las trajeron de la panadería… Fijate Nego que en el perchero hay una campera vieja roja, ponétela que hace frío… y vos Garrafa sacate esas zapatillas que están húmedas y ponete esas botas de goma. Hace frío para andar así…

En la galería había varias personas abocadas a despostar los cerdos que habían matado la tarde anterior, con cuchillas grandes sacaban con cuidado cueros, grasa y carne y lo iban depositando en distintas bandejas. La primera, la de la grasa, era llevada al patio donde en una mesa la esperaban dos personas que la cortaban en tiritas finitas y en cubitos, luego la volcaban en ollas de fierros de tres patas que estaban en el fuego, donde se iba derritiendo, a medidas que la revolvían, para luego dividir en dos recipientes: grasa y chicharrones…

Nosotros nos quedamos en el sector de la galería, ayudando con la carne, una vez retirada de los huesos, es metida en la maquina picadora, en donde por turnos somos los encargados de dar vueltas la gran manivela que se hace por momentos pesada; una vez molida la carne pasa a una mesa grande de madera muy bien higienizada para la ocasión, donde se condimenta, y deja reposar un rato tapada por un lienzo blanco, el olorcito tan característico a chorizos ya impregna el lugar…

-Vamos a probar como está- dijo el hombre gordo encargado de los condimentos, mientras pone una sartén al fuego y un manojo de carne que chirrea.

-Nego es un bocado para cada uno!!! Es solo para probar. No seas angurriento! Que dijo la abuela? Susurro Garrafa mientras le arrancaba el tenedor de las manos y lo dejo con la boca abierta pues estaba a punto de comerse la tercera ración…

– Guríses no se peleen, vayan a arrimarle leña al tacho que está en el fuego al lado de la quinta -dijo alguien de los mayores.

Y ahí fuimos, pusimos unos troncos de paraíso seco abajo del tacho de 50 litros donde se estaban hirviendo patas y cabezas, para luego hacer el queso de chancho, y esa era mi sección favorita, porque ni bien estaba cocinado, sacaban un pedazo de carne, le ponían sal entrefina y comíamos a la orilla del fuego…

Tili siempre elegía el sector de las morcillas, y esta vez como de costumbre ni bien las sacaron de hervir le dieron una medio reventada, que apenas dejo enfriar y se comió con muchas ansias, sin pan, quedándole un pedazo de cebolla de verdeo en los dientes, que me causo mucha risa.

Coquito se instaló en la maquina embutidora de chorizos y daba vuelta a la manivela, ya cansado porque estaba desde temprano, pero él quería ser el único así que lo dejamos, es el más chiquito y caprichoso y si le decíamos algo seguro hacia algún berrinche…

Al medio día, mientras preparan los costillares asados para todos los colaboradores, los chicos nos encargamos de salir en bici y vender casa por casa.

– Chorizos, morcillas, codeguines, y huesos para puchero están ya y hay algunas tiras de costillas… Oferten las bondiolas, pancetas y queso de cerdo para dentro de 15 días. También va a haber salames. Anoten todo y no vayan a perder la plata -dijo la dueña de casa.

Y felices marchamos, Coquito y yo en dos Gracielitas viejas, un poco destartaladas, con un lápiz y un papel para anotar los pedidos adentro de una bolsita para no perderlos, Nego, Garrafa y Tili corrían, y se reían a carcajadas, era una competencia para ver quién vendía más…

Entre el ladrido de los perros íbamos y veníamos con los repartos, ya para cuando estaba listo el asado habíamos vendido todo.

Sentados donde se podía, una silla, un tronco o el piso comimos con rodajas de pan en la mano las costillas largas, que sosteníamos como si fuera una flauta o algún que otro chorizo.

-Tili tomá un poco de jugo que estas atragantado como ñandú!!!! -dijo Petiso, el dueño de casa y todos se reían al verlo que estaba masticando con los cachetes inflados, tenía un chorizo en una mano y una costilla a medio pelar en la otra, y sobre las rodillas juntitas un puñadito de chicharrones…

-Dejalo tiene hambre, trabajo mucho… después les voy a dar ensalada de frutas…decía la esposa.

Y nosotros comimos como si fuera la última cena, lo que pasa es que en realidad nunca nos abundaba tanto, entonces nos llenamos bien.

Terminado el almuerzo luego de escuchar unos chamamés de Tarrago Ros en el tocadisco que habían sacado al patio y ver como bailaban, saludamos a todos los vecinos y nos retiramos a casa.

-Llévenle a la abuela para que pruebe, hay unos huesos para puchero, chorizos y morcillas…unos salames para que cuelgue y ni bien esté el queso de cerdo le doy un pedazo. Gracias por venir, lleven ese poco de jugo Trechel y el pan que sobro también. Ah, y allá arriba de la mesa aquella (me dijo señalando al otro extremo del patio) hay una muñeca para vos Lilita y una pelota para ustedes…ojo que no les vayan a comer los perros las cosas. Acá en Regules chicos y perros es lo que sobra.

Y luego de recibir un beso ruidoso de Reja cada uno en la mejilla, emprendimos el viaje de regreso cargados de bolsos llenos.

Cuando íbamos a mitad de camino Nego saco la pelota, comenzó a patearla y gritó emocionado:

-Maradona, Maradona, Maradona lleva la pelota, la hinchada está a punto de gritar gol, gol, gol de Boquitaaaaaaaaa!

Dejamos los bolsos en el piso y empezamos a correr, gritando y riendo, teníamos por fin una pelota nueva y de cuero, ésta no era como la de trapos, era de las de verdad.

Tili mareando le pegó una patada a Coquito en el tobillo que se largó a llorar y salió corriendo amenazando con decirle a la Abuela…Como siempre…

-Juiiiiiiiiraaa, juiiiiiiraa perros!!! Se escuchó de repente y un silbido retumbo en el descampado.

Miramos para atrás olvidándonos de Coquito y ahí estaban, los perros con la cabeza metida en nuestros bolsos haciéndose un festín…todo un día de trabajo llenando el estómago de los galgos de nuestro vecino Don Chiche Montes…

-La abuela nos mata dije…apretando la muñequita contra el pecho…

-Con lo rico que estaba todo… dijo Tacho.

Y caminamos cabizbajos entre los cardales y las verbenas, pensando que decirle a la abuela que nos esperaba en casa…

 

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