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Educación | 20/07/2021
Por Micaela Pellegrini Malpiedi
La Argentina: cuna de los/as héroes populares
Hace unas semanas que la Selección masculina de Fútbol de Argentina se consagró como campeona de la Copa América. Este hito dejó en evidencia, una vez más, el alto fanatismo que la mayoría de los/as argentinos/as presenta hacia el fútbol. Sin embargo, las manifestaciones de agradecimiento como así de veneración hacia determinados jugadores (con Lionel Messi a la cabeza), demostró que este territorio nacional es uno de los principales países en “producir” ídolos/as populares (tanto adentro como afuera del futbol).

Maradona, Gilda, Che Guevara, Evita, San Martín… son solo algunos de los nombres propios que forman parte de la trama de nuestra memoria individual y social. Por ejemplo, mientras Gilda continúa musicalizando muchos de los espacios festivos de nuestra sociedad, la figura del Che Guevara se hace presente siempre que se recupere la historia de las izquierdas, mientras que Maradona se materializa como el jugador de fútbol que logró reivindicar el orgullo de una nación gracias a “la mano de Dios”. En fin, un entramado de figuras icónicas que pueden provenir desde lo popular o el mundo de la política pero que cuyo significado encierra devoción, pasión y determinados valores que inspiran a la identifica- ción nacional.


Ahora bien, ¿qué entendemos por ídolos/as populares? Nuestro país no solo está conformado por lo que concebimos como patrimonio material o tangible (es decir, esa riqueza edilicia construida a base de mobiliarios y propiedades) sino también se constituye de procesos de construcción simbólica que alcanzan valor en el devenir de la vida cotidiana. En tal sentido, el patrimonio cultural intangible cristaliza como el espacio para pensar las identidades sociales y los atributos simbólicos que la sociedad atribuye a determinadas personas como marca identitaria de un país.

En este sentido, Pablo Wright (2005)1 conceptualiza a la cultura como:


El patrimonio de las cosas dichas y por decir; el de las no dichas o silenciadas; el movimiento de los cuerpos y sus lenguajes; el latir de las emociones no domesticadas por nuestra lengua, o generadas a partir de una domesticación que aún permanece invisible, transgresora.

En el conjunto de estos objetos intangibles que le otorgan identidad a nuestro país, se encuentra la figura del/a ídolo/a popular. Esto es, una persona cuya imagen se constituye en un modelo a seguir en tanto expresa una necesidad o deseo en común compartido por la gran mayoría de los/as argentinos/as. Si bien, es cierto que no todos los grupos sociales atribuyen las mismas características o procesos de identificación hacia estas figuras, si podemos enumerar un compendio de rasgos que son compartidos por la mayoría de quienes los idolatran: la humildad, el carisma, el talento, una muerte trágica, entre otras. Pero sin duda aquel aspecto que hace trascender a una persona como ídolo/a popular se vincula con la posibilidad de apropiación ante un país cuya realidad errante vive amenazando con el derrumbe económico, político, social. Es en este contexto de incertezas que la sociedad busca referencias identitarias elementales cuyas experiencias pueden desencadenar en un mito.

En efecto, si miramos en retrospectiva muchos de nuestros/as ídolos populares tomaron esta característica: “Santa Evita”, “Santa Gilda”, “El Zorzal”, “la mano de Dios” se bifurcan en interpretaciones sobrenaturales que finalmente imposibilitan la mirada objetiva hacia sus vidas. De acuerdo a Perla Zayas de Lima2 una vez que “una personalidad histórica ha entrado en la memoria popular es anulada, y su biografía es reconstituida por normas místicas” (Zayas de Lima, 2010, 21). Finalmente, en la memoria colectiva ya no se tiene en cuenta las proezas fidedignas de los sujetos-mito, como sí el significado que la gente le atribuye a esas vidas singulares.

Aun así y pese a la carga ficcional que colisiona en la interpretación de nues-tros/as ídolos/as populares, son estas vidas necesarias para perpetuar el hilo conductor de nuestra sociedad. Fundamentalmente, por tratarse de un país (y un planeta) que se encuentra atravesando un crítico y doloroso presente. Allí, donde la fisura cristaliza, las reivindicaciones sociales se vuelven necesarias.

1 Pablo Wright (2005) Símbolos y cultura: Sobre la materialidad del patrimonio intangible en “El Espacio cultural de los mitos, ritos, leyendas, celebraciones y devociones”. Temas de patrimonio cultural. Comisión para la Prevención del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.

2 Zayas de Lima, P. (2010). El universo mítico de los argentinos en escena. Buenos Aires: Instituto Nacional de Teatro.


Periodista/Fuente: Por Micaela Pellegrini Malpiedi | Profesora, Licenciada y Doctora en Ciencias de la Educación (UNR-ISHIR/CONICET)
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