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Ciencia | 28/03/2023
Por Bernardo Bazet Lyonnet
¿Qué tan confiable es la ciencia?
Sin duda, la ciencia es la fuente de conocimiento más valorada en la actualidad. Sin embargo, veremos que aun lo probado científicamente puede estar equivocado por diversas razones, entre ellas el hecho de que los científicos son personas de a pie  y por lo tanto víctimas de los mismos sesgos cognitivos que cualquiera.

El historiador Yuval Noah Harari plantea una interesante idea sobre la evolución del poder a lo largo de la historia humana. Según Harari, en tiempos antiguos, los sacerdotes y la iglesia eran los que detentaban el poder en las sociedades humanas (hasta el punto de que era la inquisición quien juzgaba a los hombres y mujeres); y lo que decía un sacerdote era tomado como verdad absoluta. Sin embargo, desde el renacimiento hasta la actualidad, el poder ha sido transferido, al menos en gran parte, a la ciencia. Los científicos han tomado un papel cada vez más importante en la toma de decisiones. Por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático o contra el Covid, los científicos tienen un rol fundamental a nivel mundial en la formulación de políticas públicas, proveyendo evidencias que sustenten las decisiones. Hoy en día, si algo “está demostrado científicamente” se toma en general como la absoluta e incuestionable verdad.

No obstante, debemos reconocer que la ciencia no es perfecta y que los científicos no son infalibles. Todos los seres humanos a menudo tenemos sesgos cognitivos que pueden afectar las conclusiones que sacamos a partir de los datos. Uno de estos sesgos es el sesgo de confirmación, que se refiere a la tendencia de buscar información que confirme nuestras creencias preexistentes y pasar por alto la información que las contradice.

Para ilustrar este sesgo, pongamos por caso el debate sobre la legalidad del aborto: Por un lado, las personas que están a favor del aborto suelen buscar información que apoye su creencia de que el aborto es un derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Por el otro, las personas que están en contra del aborto suelen buscar información que respalde su creencia de que la vida comienza en el momento de la concepción y que el aborto es una forma de violencia contra los niños no nacidos. En general, uno to-ma una posición acerca de un tema cualquiera y muy rara vez admite la posibilidad de estar equivocado. Estas posturas polarizantes se ven muy potenciadas en la actualidad, ya que los algoritmos de las redes sociales que usamos a diario filtran el contenido para mostrarnos en mucho mayor proporción aquello que nos interesa, y de ese modo restringen nuestra exposición a opiniones y perspectivas diferentes. Ya no hace falta “buscar” información que confirme lo que creemos, si no que se nos aparece sola.

En este contexto, es bastante raro ver a las personas, incluyendo a los científicos, cambiar de opinión después de haber tomado una posición sobre un tema. Una de las razones por las que esto ocurre es porque solemos tener una gran inversión emocional en nuestras opiniones, y tomamos cualquier debate como propio. Intentamos pararnos en una vereda o en otra. Además de eso, vivimos en una sociedad donde a menudo se nos recompensa por ser firmes en nuestros puntos de vista y defender nuestras creencias con vehemencia, incluso si eso significa ignorar o minimizar las pruebas que nos refuten.

En principio, un científico debería ser capaz de reconocer el sesgo de confirmación y buscar herramientas para evitarlo. Para ello, el ensayista Paul Graham propone que lo que debemos hacer es mantener nuestra identidad lo más pequeña posible, o sea no aferrarnos demasiado a una determinada postura. La idea detrás de este concepto es que al limitar la importancia que le damos a nuestras posiciones, estamos abiertos a diferentes perspectivas y dispuestos a cambiar nuestra opinión en función de la evidencia y los argumentos.

Sin embargo, como todos los seres humanos, los científicos son falibles a este y a otros sesgos. Como consecuencia, cuando un grupo de investigación toma una posición acerca de un tema cualquiera, normalmente todas las publicaciones científicas producidas por ese grupo se alinean con esa posición y muy rara vez publican que estaban equivocados en alguna publicación anterior. Suelen buscar datos y realizar experimentos hasta dar con aquellos que “demuestran” la hipótesis que el grupo tiene, y publican solo los datos que les sirven para su argumentación. Si un grupo de investigación está convencido de que una determinada hipótesis es cierta, es probable que se centren en investigaciones que confirmen su hipótesis en lugar de explorar otras posibles explicaciones.

La influencia del sesgo de confirmación en los científicos es potencialmente peligrosa porque, como comenté más arriba, todo lo “demostrado científicamente” suele ser tomado como una verdad absoluta sin un análisis exhaustivo. Es por eso que, como lector, conviene no aceptar la información presentada de manera automática y sin cuestionamientos; y mantener una actitud crítica y escéptica hacia la información que se consume, incluso si proviene de fuentes consideradas autorizadas o confiables. Aunque en este artículo hice hincapié en unos de los problemas que puede tener el ejercicio de la ciencia, vale aclarar que aún teniendo estos sesgos en cuenta, la ciencia y el método científico siguen siendo, por lejos, la mejor herramienta que inventó la humanidad para acercarse a la verdad.
Periodista/Fuente: Bernardo Bazet Lyonnet (Lic. en Biotecnología)
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